Está en la sala familiar, sombría, y entre nosotros, el querido hermano que en el sueno infantil de un claro día vimos partir hacia un país lejano. Hoy tiene ya las sienes plateadas, un gris mechón sobre la angosta frente ; y la fría inquietud de sus miradas revela un alma casi toda ausente. Deshójanse las copas otonales del parque mustio y viejo. La tarde, tras los húmedos cristales, se pinta, y en el fondo del espejo. El rostro del hermano se ilumina suavemente. ¿Floridos desenganos dorados por la tarde que declina ? ¿Ansias de vida nueva en nuevos anos ? ¿Lamentará la juventud perdida ? Lejos quedó -la pobre loba- muerta.