EL MONJE ROMANO, á la lumbre. ERMITAÑO ¡Qué tormenta nos amaga ! ¡Qué noche, válgame el cielo ! Y esta lumbre se me apaga... ¡Si está lloviznando hielo ! ¡Cuán grande á Dios se concibe en aquesta soledad ! ¿De quién sino de El recibe su aliento la tempestad ? ¿Cuyo es el terrible acento y el fulgor que centellea cuando zumba airado el viento y el cenit relampaguea ? ¿Quién penas y árboles hiende con la centella veloz, como segador que tiende las espigas con su hoz ? ¿Quién sino Dios, que se asienta sobre las nubes sereno cuando en las nubes revienta el fragor del ronco trueno ? Senor, que de las alturas de tu omnipotencia ves á las pobres criaturas que se arrastran á tus pies, detén, Dios bueno, tus iras, detén tu justo furor, si justa sana respiras contra la obra de tu amor. Pudiste en un punto hacerla, Y tu inmensa potestad puede en otro deshacerla si tal es tu voluntad ; mas considera, Dios mío, que vas á igualar así al que se te aparta impío y al que se postra ante ti. Mas tanto tardar me extrana, y estoy temiendo por él... ¿Por qué deja la cabana en una tarde tan cruel ? ¡Válgame la Virgen Santa ! Si á espesar la lluvia empieza, ¿cómo con segura planta podrá subir la aspereza de esa desigual garganta por do la senda endereza ? ¡Infeliz ! ¡Cuánto en el mundo lleva sin duda sufrido ; cuánto es su dolor profundo, y cuánto está arrepentido ! Mas siento pasos... Parece