-Buenos días, Jeeves -dije. -Buenos días, senor -dijo Jeeves. Dejó suavemente la taza de té sobre mi mesita de noche, y yo bebí un sorbo de la reconfortante bebida. Estaba en su punto, como siempre. Ni demasiado caliente ni demasiado dulce, ni demasiado floja ni demasiado fuerte, no tenía demasiada leche y ni una sola gota se había derramado sobre el platito. Era un tipo asombroso este Jeeves, siempre tan capacitado en todo género de cosas. Lo he dicho en otras ocasiones y lo repetiré de nuevo. Aquí tienen ustedes un pequeno ejemplo. Todos los demás criados que habían estado a mi servicio irrumpían en mi habitación cuando aún me encontraba dormido, y esto era un terrible suplicio para mí : pero Jeeves parece saber, mediante una especie de telepatía, el momento justo en que me despierto. Entra siempre con la taza sin hacer el menor ruido exactamente dos minutos después de haber vuelto yo a la vida. Esto constituye una notable diferencia en el comienzo del día de un individuo.