El abogado Mr. Utterson era un hombre de semblante adusto, jamás iluminado por una sonrisa ; frío, parco y vergonzoso en la conversación ; remiso en sentimientos ; enjuto, alto, taciturno, aburrido, y sin embargo adorable, en alguna medida. En las reuniones de amigos, y cuando el vino era de su agrado, irradiaba de sus ojos algo eminentemente humano ; algo que, a decir verdad, jamás salía a relucir en su conversación, pero que expresaba no sólo con aquellos gestos silenciosos de su cara después de la cena, sino más a menudo y llamativamente en su vida cotidiana. Era austero consigo mismo ; bebía ginebra cuando estaba solo, para mortificar su afición por los vinos anejos ; y aunque le encantaba el teatro, hacía ya veinte anos que no cruzaba las puertas de ninguno. En cambio mostraba una acreditada tolerancia en su trato con los demás ; unas veces asombrándose, casi con envidia, de la gran tensión anímica que implicaban sus delitos ; y en cualquier situación extrema era más propenso a prestar ayuda que a reprender. "Me inclino por la herejía de Caín -solía decir pintorescamente- : dejo que mi hermano se vaya al diablo por su propio pie" . Con este carácter, a menudo tuvo la suerte de ser el último conocido de confianza y la última influencia bienhechora en las vidas de hombres venidos a menos. Y mientras éstos siguieron acudiendo a sus aposentos, jamás les mostró el más leve cambio de actitud.