Trepando por la vertiente occidental de un empinado cerro, se retuerce y culebrea una senda, que a ratos se ensancha y a ratos se encoge, cual si estas contracciones de sus contornos fueran obra de unos pulmones fatigados por la subida ; y buscando los puntos más salientes, como para asirse a ellos, tan pronto atraviesa, partiéndole en dos, un ancho matorral, como se desliza por detrás de una punta de blanquecina roca. Así va llegando hasta la cima ; tiéndese a la larga sobre ella unos instantes para cobrar aliento, y desciende en seguida por la vertiente opuesta. Por esta senda arriba me va a acompanar el lector breves momentos, si quiere orientarse con facilidad en el terreno en que van a desenvolverse los sucesos, cuya fiel y puntual historia ha de ser este libro... Y cuenta que no le llevo por el atajo, porque el cerro está cortado a la izquierda por el río, y por la derecha forma parte de la estribación de una montana de muy difícil acceso.