REY Ya solos hemos quedado ; padre, tomad, pues, asiento ; tomad, que abriros intento hoy mi pecho acongojado. (FROILÁN toma un sillón, y se sienta al lado del REY.) Bien lo veis : funesto mal mi triste vida consume, y en vano el arte presume parar mi instante fatal : no me importa, venga, vuele ; mas bien temo su tardanza : en Dios pongo mi confianza ; sólo mi nación me duele. FROILÁN Senor, no habléis de esa suerte, ni cedáis al desconsuelo : mirad que ofendéis al cielo así invocando a la muerte. REY ¡Yo invocarla... ! Padre, no : lejos de mí tal pecado ; mas si hay un rey desgraciado, ése sin duda soy yo. FROILÁN ¿Por qué, senor... ? ¿Hay alguno que en poder con vos se iguale ? Pues ¿cuál otro cetro vale el cetro espanol... ? Ninguno. Leyes os miran dictar al uno y otro hemisferio, y jamás en vuestro imperio el sol deja de alumbrar. Con raudales de oro y plata todo un mundo os enriquece : ¿quién tributos no os ofrece ? ¿Quién no os respeta y acata ?