Hay un texto en la red con una metáfora poderosa, la Catedral y el Bazar, sobre las estrategias para desarrollar software: Top-Down [TD] y Bottom-Up (BU). El TD arranca con una visión global, con énfasis en la planificación, buscando conocimiento completo y a priori del sistema. Bajo la responsabilidad de un sínodo de expertos aislados de los usuarios se desarrolla, lenta y acartonadamente, u n programa estructurado.
La aproximación BU es más informal. Hace énfasis en la codificación rápida de pequeños segmentos y prototipos tempranos. Nadie previo que un sistema operacional confiable pudiera resultar del trabajo aficionado y a tiempo parcial de miles de programadores conectados por Internet. Después de 1990 Linus Torvalds lanzo Linux y cambio por completo las reglas del juego. Introdujo libertades opuestas a la filosofía imperante.
El principio de Linux, como el de Wikipedia, es "con u n número suficiente de ojos, cualquier error es irrelevante". Antes, los ensayos y pruebas eran vistos como perjudiciales. Las versiones iniciales defectuosas no se exponían a la crítica de los usuarios. Se buscaba un programa sin errores. El desarrollo de Linux ha sido lo contrario, se lanzan pruebas seguidas, con una innovación fundamental: tratar a los usuarios como colaboradores para corregir errores.
En la actitud hacia los errores radica la diferencia crucial entre el enfoque catedral y el bazar. Para los cardenales, se trata de asuntos "insidiosos, profundos y retorcidos". Por esa razón hay poca disposición a reconocerlos. En el bazar, por el contrario, los errores se admiten y son bienvenidos. La relevancia del modelo de la catedral y el bazar va más allá de la informática. En los negocios, en la política publica, en el derecho, y también en la administración de justicia, ha sido largo el debate entre el enfoque TD promovido por los expertos, lejanos, misteriosos, planificadores, deductivos, con ideas muy claras y en el otro extremo, la aproximación BU, descentralizada, artesanal, local, intuitiva, inductiva, observadora, modesta, astuta, que conoce a los usuarios, y que no pretende cambiar el mundo sino arreglar problemas concretos con decisiones sujetas al escrutinio público.
Los primeros son herméticos a la crítica y los segundos están siempre dispuestos a oír sugerencias. Aquí se argumenta que esa revolución llegara a la administración de justicia en Colombia. La tecnología informática y de comunicaciones ya permite que, a bajo costo, fluya la información hacia cualquier parte. MAURICIO RUBIO Aunque formado inicialmente como economista, y vinculado a una Facultad de Economía, se ha desmarcado bastante de los temas y la metodología predominantes en esa disciplina.
Sus primeras incursiones extra económicas fueron en violencia, conflicto y justicia en Colombia. De allí paso a las pandillas y maras centroamericanas y por esa vía llego a interesarse en una de las áreas más opacas y contradictorias de las Ciencias Sociales y del Derecho contemporáneos, la prostitución. Ese rompecabezas lo introdujo en las cuestiones de género, sexualidad y feminismo que concentran la mayor parte de su atención en la actualidad.
Ocasionalmente, como lo muestra esta serie de ensayos, vuelve por los temas más tradicionales, como la justicia. En particular, está involucrado de lleno en el debate sobre como reformar, sin eliminarla, la acción de tutela en Colombia.