En el vasto lienzo del tiempo y el espacio, el destino a veces teje hilos invisibles que unen a dos almas en un viaje extraordinario. En el vibrante telar... > Lire la suite
En el vasto lienzo del tiempo y el espacio, el destino a veces teje hilos invisibles que unen a dos almas en un viaje extraordinario. En el vibrante telar de la década de los 70, en un rincón olvidado del mundo, dos corazones comenzaron a latir al unísono, creando una melodía de amor que resonaría a través de los años. Fue en una mañana de comienzos de otoño cuando Benedith y Alicia, aún niños de seis años, se cruzaron en la escuela por primera vez. En un instante efímero, sus miradas se encontraron y el mundo pareció detenerse, como si las estrellas mismas se hubieran alineado para unir sus destinos. En los ojos profundos de Alicia, Benedith encontró un abismo de misterio y en el cabello oscuro de la niña, brillante como la noche, vio reflejadas las luces de un universo infinito lleno de amor. Los años pasaron, pero el vínculo entre ellos solo se fortaleció. A medida que crecían juntos, sus risas y secretos llenaban los pasillos de la escuela, y el cálido abrazo del amor comenzó a envolverlos. Sin embargo, en medio de la confusión de la juventud, las palabras de amor permanecieron en silencio, como las estrellas que parpadean en la vastedad del cielo, guardando para sí el amor que crecía entre ellos. Las huellas del tiempo marcaron sus rostros y cambiaron sus formas, pero el corazón de Benedith siguió latiendo al ritmo del nombre de Alicia, un latido lleno de amor y devoción. Cada amanecer era un recordatorio de su presencia en su vida, una presencia que trascendía el tiempo y las circunstancias, un amor eterno que perduraba incluso cuando la vida les jugaba malas pasadas. Pero incluso las historias más hermosas están sujetas al destino implacable que teje tragedias en los hilos del tiempo. Un día, mientras la lluvia caía suavemente y los corazones latían con la anticipación de la Navidad, un accidente inesperado oscureció el cielo de Benedith. El 24 de diciembre, una fecha destinada a ser de celebración, se convirtió en el día en que el mundo de Benedith se tambaleó en un abismo sin fondo. La voz temblorosa de Carlos, el hermano de Alicia, llevó consigo la noticia que quebró el alma de Benedith: Alicia ya no estaba en este mundo, pero su amor seguía vivo en el corazón de Benedith, un amor que nunca moriría. El dolor era como un cuchillo que atravesaba su corazón, y el lamento de su pérdida resonaba en los confines de su ser. El amor que compartieron quedó marcado por la tragedia, y las lágrimas derramadas tejieron un sendero de melancolía en su historia de amor. Benedith se encontraba solo ante la incomprensible injusticia del destino, mirando al cielo nocturno con ojos llenos de lágrimas y preguntas sin respuesta, preguntándose por qué el amor había sido tan cruel con ellos. Pero la vida tiene una manera de florecer incluso en los lugares más oscuros. En medio de la tristeza y el desaliento, Benedith comenzó a descubrir que el amor que compartió con Alicia nunca desaparecería por completo. Las huellas de su amor seguían enredadas en las fibras de su ser, y con el tiempo, esas huellas se convertirían en una luz que guiaría su camino en la oscuridad, una luz llena de amor que iluminaba su camino y le daba fuerzas para seguir adelante, llevando consigo el amor que compartió con Alicia en su corazón para siempre.