Romanos 1:8-17La Epístola a los Romanos fue escrita desde Corinto por un amanuense llamado Tercio, al dictado de Pablo. Fue enviada por Febe, una diaconisa,... > Lire la suite
Romanos 1:8-17La Epístola a los Romanos fue escrita desde Corinto por un amanuense llamado Tercio, al dictado de Pablo. Fue enviada por Febe, una diaconisa, que viajaba a Roma. Los cristianos de Roma eran judíos y gentiles, predominando estos últimos. No se sabe quién fue el primero en predicar el evangelio en Roma, pero es probable que después del día de Pentecostés, algunos de los cristianos fueran a la capital imperial y establecieran allí la primera iglesia. Es evidente en el capítulo 25, que muchos de los miembros en ese momento en Roma, eran amigos personales de Pablo. Pablo no había visitado Roma, cuando escribió esta carta. Una de las primeras cosas que Pablo dijo en su carta a los romanos fue: "Doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo por vosotros". Es algo bueno cuando podemos agradecer a Dios, por las personas. Muestra que son un consuelo para nosotros. No nos avergonzamos de ellas. No son una carga o una perplejidad para nosotros. Algunas personas lo son. A menudo hay miembros de la Iglesia por los que el ministro no puede dar las gracias. No viven para honrar a Dios y adornar a la Iglesia. ¿Vivimos para que nuestros amigos, nuestros maestros y pastores y otros puedan dar gracias por nosotros y por nuestra noble y hermosa vida?El motivo de la acción de gracias de Pablo fue declarado: "Se habla de vuestra fe en todo el mundo". No fueron sus riquezas, su poder, sus finos talentos, sus grandes negocios, sus hermosas casas, sus entretenimientos principescos, los que fueron proclamados en todas partes. Hay personas que viven ahora y que son conocidas en todo el mundo como millonarios, como grandes comerciantes, como brillantes estadistas, como oradores elocuentes, como propietarios de ferrocarriles. Este es un tipo de fama. Esta es la fama que muchas personas buscan ganar, a menudo vendiendo incluso sus propias almas para ganarla. Pero hay otros en nuestros días cuya fe es conocida en todas partes. Hay misioneros, o pastores piadosos, u hombres y mujeres que han entregado sus vidas al servicio de Cristo, y están bendiciendo de tal manera al mundo con su ministerio, que a lo largo y a lo ancho se habla de sus nombres con amor y reverencia. Esta es, con mucho, la fama más digna.