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Antiguas rutas de Asia central es un resumen de tres expediciones que el arqueólogo anglo-húngaro Aurel Stein realizó en Asia central entre 1900 y 1916. Este relato organiza e interpreta la prodigiosa cantidad de materiales que recopiló, ricos en contenido y variados en forma, de las ruinas enterradas en la arena de los alrededores de Jotán -Niya, Keriya, Endere y otros asentamientos-. Siguiendo una larga línea de otros oasis -Dandan Oilik, LouIan, Miran, nombres evocadores arrancados del olvido-, donde las torres de vigilancia sin nombre situadas a lo largo de la « vieja muralla », el antiguo limes chino, cuyos montones de basura, aún pestilentes, contenían ingentes documentos oficiales, Stein fue conducido a su descubrimiento más espectacular: el Sutra del diamante, en Dunhuang. Stein estaba familiarizado con las traducciones de los anales chinos, que relataban como entre 138 y 115 a. C. agentes del emperador Wu de Han habían abierto la Ruta de la Seda, la vía entre Oriente y Occidente, y que posteriormente, junto con el tráfico de lujos, misioneros y peregrinos budistas habían llevado la religión nacida en la India -sus estatuas sagradas así como sus escrituras- al Lejano Oriente. Stein tenía buenas razones para creer que, en los seis siglos transcurridos entre la época de Marco Polo y la suya, ningún hombre de Europa occidental había recorrido toda la ruta terrestre de la India a China. Aurel Stein estaba perfectamente capacitado, casi de forma única, para la ambiciosa tarea que había elegido: descifrar la historia de Asia central y estudiar todo lo que pudiera de su vasto territorio. Como erudito, dominaba y hablaba con fluidez las lenguas orientales, su fenomenal memoria guardaba todo lo que había visto o leído; tenía una preocupación científica por la importancia de ser preciso y la voluntad -incluso el afán- de compartir su material con otros estudiosos. Como arqueólogo de campo podía planificar largas y arduas expediciones; y como explorador estaba dotado de una inmensa energía y resistencia, de paciencia, ingenio y determinación. Los requisitos previos para vivir, trabajar y viajar en un terreno aislado y difícil. Tras averiguar de dónde partía la Ruta de la Seda de China y examinar las eficaces medidas militares que los chinos habían tomado para salvaguardar este enlace con Occidente del acoso de los nómadas merodeadores -los hunos fueron durante mucho tiempo una seria amenaza-, Stein quiso investigar su extremo occidental. Esto significaba tratar de encontrar el lugar donde la frontera oriental del Imperio romano se había enfrentado al Imperio Parto, pues en sus centros comerciales guarnecidos terminaban las caravanas centroasiáticas que transportaban mercancías para Roma. Y como las ideas y los estilos artísticos también viajaban por la Ruta de la Seda, Stein trató de localizar las colonias griegas establecidas por Alejandro Magno cuando hizo marchar a su ejército tan lejos que llegó hasta el Punjab, donde sus exhaustos hombres se negaron a avanzar. Leer la narración de las tres expediciones de Stein en Asia central -de ritmo pausado, tono amable y moderado, ilustrada de un periodo de la historia poco conocido, pero fascinante y cada vez más significativo, y contada con sencillez por un explorador que se sentía como en casa en un mundo desconocido y aterrador- es a la vez una delicia y una enseñanza. Aurel Stein invita por la propia naturaleza de su hazaña.